Tic... toc
Este post no pretende hablar sobre el paso del tiempo, menos aún sobre que estamos más cerca del 2010 que de las posadas. No. A mi no me interesan los relojes. Como diría un colega de la universidad, su presencia sólo pesa en el cuerpo. La carga del tiempo llega así, solita. Para qué hacerla aún más evidente, para qué ostentarla.
Sin embargo, cuando mi mente se queda en silencio, al fondo se escucha un tic-tac. También me gusta la cara que dan los relojes al tiempo. Una faz redonda y, la mayoría de las veces, amigable. Supongo que no soy la única que ve en dicho artefacto un objeto estético (más que útil). En la campaña de publicidad de Dolce & Gabanna aparece un fabuloso collar con dijes en forma de carátulas de reloj. Supongo que sería un fantástico regalo para el apresurado conejo blanco, de Alicia en el País de las Maravillas.
Y sí, me voy, me voy, me voy... si me hablan, ya no estoy.
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